Translation in Spanish below ~ Version en español a continuación
For the very reason we are different, with different experiences and expressions, we have the possibility of enriching each other’s lives in unforeseen ways. My experience of “coming out” and acknowledging that I am queer has been such a beautiful way I experience life. I also think of the movie “The Visitor” and the opening that happened between an elderly white professor and an African couple. Opening our hearts to our and others’ diversity is about opening to life and happiness and can’t be excluded from our spiritual practice.
The Buddha is unequivocal: he states in “The Four Foundations of Mindfulness”, one of the foundational sutras in all Buddhist lineages, that the practice of mindfulness or awareness will bring us freedom and liberation from suffering: “Monks, this is the direct path for the purification of beings, for the surmounting of sorrow and lamentation, for the passing away of pain and dejection…for the realization of Nirvana.”
This invocation along with the kindness and wisdom expressed by teachers of contemplative traditions has inspired many of us to practice. We have assumed that as we strengthen awareness we will transcend all cultural conditioning including the conditioning around race, class and gender and other oppressions.
Yet we find, when looking at churches, synagogues, monasteries, and meditation centers that these dynamics continue to live. In Buddhist monasteries there is the belief that women should not be ordained and the monks in power use quotes from the Buddhist sutras to justify this. In Thailand there are meditation masters who are considered fully enlightened who will not teach women or include women practitioners in their monasteries.
This is not to challenge the transformative capacities of contemplative traditions but to inquire into the structures and process that have been developed historically that continue to perpetuate the exclusion of some. It is helpful, for example, to consider the way the practice of mindfulness has become so individualized that spirituality becomes synonymous with the personal. Undertaking a spiritual practice most usually means taking time to sit quietly with oneself, but when this becomes our only spiritual practice social dynamics that we have unconsciously internalized often continue to remain hidden and unexamined.
Although the transmission of teachings from one generation to another might not consciously include structures that continue to privilege some over others, this is the outcome of a tradition unexamined. For example in one of the Western monasteries where I lived, nuns were excluded from the decision-making council of the monastery. Thus the lineage continued only to be held by monks and passed on by monks. When this was challenged by the nuns they were told they did not have a deep enough spiritual practice. The monks’ response relegated a structural challenge to a personal deficiency, a safe way for the monks to continue to remain the sole lineage holders.
There are many that might agree that this is true but argue that the work of examining these dynamics should be relegated to another field of study such as politics and should not be in the realm of spiritual or contemplative practice.
However there is common agreement that spiritual practice is a process of purification in which the energies of greed, hatred, and delusion are uprooted and clear the way for unconditional loving-kindness and wisdom. In the Abbhidhamma, a Buddhist exploration of consciousness, there is a detailed analysis of mind states. It is clearly stated that all negative qualities of the mind arise out of delusion, wrong views, or ignorance. They are defined as not seeing things as they truly are. This is also the definition of suffering.
When we examine the process of learning to be racist, classist or homophobic, we find biased perceptions with these same mental qualities. Let’s take an example. Nancy, a young white child, wants to play with her new friend Juana, a Puerto Rican. They walk across the railway line to Juana’s home. On returning to her home,Nancy is chastised by her mother: “You are never to go to that part of town again. Do you understand? That IS NOT the part of town we walk in!” Nancy internalizes this distorted view and it is held in place with fear and probably some shame.
There is a negative identity we have established as whites and this is also the mechanism of perpetuating relationships of superiority/inferiority. As white dharma students we have the opportunity (see schedule) to explore how we might awaken to these patterns, free our hearts of these constrictions, and build multicultural sanghas.
Arinna Weisman, 2009
Version en español
Exploraciones
La creadora de este mosaico y la autora de este artículo es Arinna Weisman.
Todos somos diferentes, tenemos experiencias diferentes y maneras diferentes de comportarnos y de expresarnos en el mundo. Precisamente por eso, existe la posibilidad de que nuestras vidas se enriquezcan mutuamente y de maneras imprevistas. Mi experiencia de saberme lesbiana ha sido para mí, una bella manera de vivir la vida. El abrir nuestro corazón a la diversidad es abrirnos a la vida y a la felicidad, y no se puede excluir de nuestra práctica espiritual.
El Buda dijo claramente en el sutra (sermón) de los Cuatro Fundamentos de la Atención Plena (uno de los sermones más fundamentales en todos los linajes budistas) que la práctica del refinamiento de la atención nos librará del sufrimiento: “Monjes, éste es el camino para la purificación de los seres, para la superación de la pena y las lamentaciones, para la destrucción del dolor y de la aflicción,…para la realización del Nirvana”.
Esta invocación, igual que la bondad y la sabiduría manifestadas por maestros de muchas tradiciones contemplativas, han inspirado a muchos de nosotros a hacer prácticas espirituales. Hemos dado por sentado que, a medida que aumentamos nuestra conciencia, trascenderemos el condicionamiento cultural, el cual incluye el condicionamiento con respecto a asuntos de raza, clase social, género y otros tipos de opresión.
Sin embargo, descubrimos que en las iglesias, sinagogas, monasterios y centros de meditación, estas dinámicas de opresión siguen. En los monasterios budistas, se cree que las mujeres no deben ordenarse y los monjes que están en poder citan los textos budistas (los suttas) para justificar esta creencia. En Tailandia, hay maestros de meditación, a quienes la gente considera totalmente iluminados, que ni enseñan a las mujeres ni las incluyen como practicantes en sus monasterios.
No quisiera poner en duda el poder transformativo de las tradiciones contemplativas, sino sugerir que hay que examinar las estructuras y los procesos que se han desarrollado a lo largo de la historia, los cuales siguen perpetuando la exclusión de algunas personas. Es útil, por ejemplo, considerar la manera en que la práctica de la atención ha llegado a ser tan individualizado que la práctica espiritual no se traduce como práctica comunitaria.
Emprender una práctica espiritual generalmente significa tomarse tiempo para sentarse a meditar, solo y en silencio. Pero cuando ésta es nuestra única práctica espiritual, entonces las dinámicas sociales que hemos aprendido inconscientemente a menudo permanecen ocultadas y sin examinar.
Aunque la transmisión de las enseñanzas del Buda de una generación a otra no incluya (a nivel consciente) la transmisión de estructuras de opresión, en las cuales algunas personas tienen privilegios y otras no, la opresión es el resultado de no cuestionar el sistema tradicional en el que el budismo es transmitido. Por ejemplo, en uno de los monasterios occidentales donde vivía yo por un tiempo, no se incluía a las monjas en el concejo que tomaba decisiones para la comunidad. Por eso, el linaje de la transmisión de las enseñanzas sigue en manos de los monjes, y se pasa de un monje a otro. Cuando las monjas cuestionaron esta tradición, se les dijo que su práctica espiritual no era suficientemente profunda. Los monjes no aceptaron que hubiera un problema con la estructura y los procesos formales del monasterio. Dijeron más bien que el problema radicaba en una deficiencia personal de las monjas, y así podían continuar sin reproche la práctica de excluir a las monjas de participar en la transmisión del linaje.
Tal vez haya muchas personas que reconocen que todo esto es cierto, pero proponen que el trabajo de cuestionar estas dinámicas pertenece a otros campos (como la política), y que no se deben examinar en el contexto de la práctica espiritual y contemplativa. Sin embargo, se acepta en general que la práctica espiritual es un proceso de purificación, en el cual, las energías del apego, la aversión, y la ofuscación se desarraigan y esto abre el paso a la bondad amorosa incondicional y la sabiduría. En el Abbhidharma (texto budista que explora la conciencia) hay un análisis detallado de los estados mentales. Se afirma claramente que todos los estados mentales negativos surgen de la ofuscación, la visión incorrecta o la ignorancia. Estos estados mentales negativos se definen como el no ver las cosas como realmente son. Esto también es la definición del sufrimiento.
Cuando examinamos el proceso de cómo se aprende a ser racista, clasista u homofóbico, encontramos que hay una percepción incorrecta que se caracteriza por los mismos estados mentales negativos. Tomemos lo siguiente como ejemplo: Nancy, una niña blanca, quiere jugar con su nueva amiguita puertorriqueña, Juana. Al regresar a casa, la madre de Nancy la regaña: “No vayas jamás a ese vecindario. ¿Entiendes? No caminamos por esa zona de la ciudad”. De esta manera, Nancy empieza a tener una percepción distorsionada y la retiene, reforzada por miedo y probablemente vergüenza.
Hay una identidad negativa que hemos construido como gente blanca, la cual es también el mecanismo psicológico que perpetúa las relaciones de superioridad e inferioridad. Como estudiantes blancos del dharma tenemos la oportunidad de explorar cómo podemos descubrir estos patrones y liberar nuestro corazón para poder construir sanghas multiculturales.